Ópera, a los 8
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El exitoso trío que conforman el restaurante Ópera, el bar-restaurante Catedral y el Café del Ópera está celebrando ocho años de exitosa existencia. En el caso de uno de los principales restaurantes del país, o definitivamente el mejor para un grupo no menor de comensales, lo ha hecho cambiando su carta casi totalmente y presentando a cargo de sus fogones, por primera vez, a un chileno, Ignacio Ovalle, quien se formó in house.
No dejan de sorprender, como ha sido el estilo de Ópera, algunos platos que mezclan muy bien lo clásico con la osadía. Allí está el impertubable Oeuf Benedict et pomodoro, es decir, el clásico huevo pochado en salsa holandesa sobre un galleta de granola con tomate y chips de jamón, que parece simple pero requiere oficio; y también la notable Salade de Bretagne, donde los protagonistas no son las hojas verdes sino las lenguas de cordero y los huevos de codorniz que juegan su propio partido de texturas y sabores. Por supuesto, tampoco se puede prescindir del Foie Gras ni del Foie Poêlé con erizos.
En los pescados aparece un novedoso Mahi Mahi rosado, propio de la Polinesia, mientras las costas nacionales aportan una delicada Cojinova a la sartén servida con ñoquis al queso parmesano.
En la carnes, el Fricasé de mollejas brilla por sí solo, mientras que marchan paralelos el gran Porc Poêlé –cerdo braseado a la mostaza- y la Entraña a la diabla.
Si queda espacio para un postre hay buena selección, como un favorito: Brownie de chocolate con helado de pistacho. Como siempre, atención profesional, acertada asesoría del sommelier a cargo, tiempos precisos. Como para desear larga vida al Ópera.